Pedro y el lobo

 
 

                                                    PEDRO Y EL LOBO

 

 

 

Dijo un pastor que a la oveja descarriada se la come el lobo. Nada más cerca de la realidad, pero… ¿Quién quiere ser oveja?

Todo el mundo sabe que el arte es un invento de las sociedades cazadoras-recolectoras. Una solución urgente para un problema inesperado. La caza tiene en común con el futbol que cada lance, cada jugada, es irrepetible. La fascinación por la modalidad del desenlace, la adecuación del gesto a la intención, es lo que nos mantiene expectantes. El coyote es un artista, y el arte, cosa de dos. El arte no es cosa de rebaños, es un rollo a dos, un juego especular entre la oveja y el lobo. Nosotros nos limitamos a observar.

Los rebaños tienen más que ver con el cálculo. El neolítico inventó la repetición de la jugada. Muchas ovejas, mucho trigo, cosas que contar. Previsibilidad, canon, norma, contrato, comparsa, cuadrilla… Los hacendados y los jornaleros estipulaban todavía no hace demasiado el número de jornales trabajados en una vara de higuera hendida longitudinalmente. El hacendado se llevaba una parte, y el jornalero la otra. Tras cada jornal trabajado, se casaban las partes y se hacía una nueva muesca. Así, cada uno disponía de una parte que debía mostrar, para hacerla encajar y coincidir con la otra. Mostrar, ocultar, encajar y coincidir son premisas neolíticas. Los pesos y medidas, la agrimensión, el control del territorio, el reparto del pastel.

Lo que se hace pasar por arte a partir del  neolítico ya no lo es. Confunde lo oculto con lo desconocido. Es lo que los griegos llamaron techné (hacer salir de lo oculto). Sin embargo, las intenciones del toro, de la fiera, del oponente,  no son ocultas, como las del hacendado,  sino desconocidas, como la realidad. Por ello, el que quiera ser artista deberá convertirse en lobo, y buscar su oveja, y si es oveja, pasar urgentemente del pastor y del rebaño, e ir urgentemente en busca del lobo. Lobos con piel de cordero,  corderos con piel de lobo, tanto da. En el origen fue la mímesis; la única forma de entrar en la corriente de la realidad es reflejándose en ella. El mecanismo de las neuronas espejo nos explica el camino, el de  los chamanes paleolíticos.

El arte es un viaje arriesgado, un encuentro con desconocidos que  sólo está al alcance de los héroes. El folklorista ruso Vladimir Propp, en su Morfología del Cuento (1928)  nos revela esa estructura de la heroicidad, organizada a partir de una carencia (incompletud) o de un mal inicial (fechoría), hasta su reparación final. El héroe debe partir hacia lo desconocido y vencerlo reflejándose en ello. Sólo después podrá volver completo para renovar un mundo viejo condenado a la repetición. Entonces aparecerán los téchnicos para ocultar y desovelar a su antojo lo ya conocido.

 

Augusto Zubiaga

24-5-11

P.S.//The New York Times, publicado por El País, Jueves 23 de Junio de 2011:

El lenguaje de Mesopotamia, al alcance del siglo XXI, por John Noble Wilford

«…En todos los sentidos, este era el idioma para la economía, el riego de las tierras, los cargamentos de cereales cultivados y la predicción del porvenir…el término ardu, esclavo, presenta un extenso material relacionado con la esclavitud en dicha cultura. Y puede que refleje o no una sociedad en la que el verbo con más acepciones es kalu, que en diferentes contextos puede significar detener, retrasar, refrenar, custodiar o interrumpir…»

¿Vendrá ardi (oveja) del sánscrito ardu (esclavo)?

A.Z., 24-6-11

 

 

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